Por: Alejandro Almanza Aguilar
En Compostela, Nayarit, el escenario político se ha vuelto un retrato claro de lo que ocurre cuando la soberbia y la inexperiencia se apoderan del poder municipal. El presidente municipal, Gustavo Ayón, otro ídolo deportivo convertido en político de escritorio, ha demostrado que el talento en la duela no siempre se traduce en habilidades para gobernar. Su reciente confrontación con un comisariado ejidal —al que ignoró sistemáticamente pese a múltiples solicitudes y reclamos legítimos— es prueba fehaciente de que está más enfocado en imponer su voluntad que en gobernar para el pueblo.
El conflicto estalló por la sencilla razón de que el alcalde decidió subestimar a uno de los liderazgos reales del municipio, pensando que podría someterlo a base de caprichos e indiferencia. Pero el tiro le salió por la culata: el comisariado no sólo se mantuvo firme, sino que logró doblar políticamente a Ayón, obligándolo a recular… y peor aún, a ser intervenido por el mismísimo gobernador del estado, Miguel Ángel Navarro, quien tuvo que entrar al quite para calmar las aguas que el mismo alcalde agitó.
¿HASTA CUÁNDO VA A SEGUIR AYÓN TROPEZANDO CON SU ARROGANCIA?
Lo que agrava aún más la situación es que, en vez de rodearse de perfiles con visión y estrategia, el edil ha dejado su imagen pública en manos de Alejandra Romo, una jefa de prensa capitalina que llegó a Compostela no a construir, sino a enriquecerse. Fuentes internas aseguran que Romo administra millonarios contratos con medios nacionales, destinando cantidades ofensivas de dinero en «chayote», mientras los servicios básicos del municipio se desmoronan y la ciudadanía pierde la fe.
Alejandra Romo, con su altanería importada y su nulo conocimiento del territorio, no solo ha fallado en posicionar a Ayón como un presidente «mínimamente aceptable», sino que ha contribuido a hundir su imagen pública. Hoy por hoy, el descontento es tan grande que ni con la maquinaria electoral a su favor le alcanzaría para ser regidor plurinominal. Así de fuerte está el rechazo.
Y ojo: el pueblo ya no traga entero. Las redes sociales y la conversación de café reflejan una realidad que ni los millones en medios pueden ocultar: Compostela está mal. Muy mal. Con una administración torpe, dividida, carente de visión, y encabezada por un presidente que, si no toma decisiones contundentes —empezando por remover a Romo—, pasará a la historia no como un líder, sino como uno de los alcaldes más corruptos, autoritarios y desconectados que ha tenido el municipio.
Advertido está, presidente Ayón. El tiempo se le agota, la paciencia del pueblo también… y los archivos históricos no perdonan.
